miércoles, 6 de junio de 2012

COMERCIO DE PROXIMIDAD

EL COMERCIO DE PROXIMIDAD, FUTURO PARA LA AGRICULTURA
Deberíamos tomar conciencia de nuestra fuerza como consumidores para cambiar las cosas. Pues, la experiencia nos demuestra que desde la Unión Europea solo se defienden determinados intereses que no coinciden con las soluciones necesarias para garantizar la calidad sanitaria de los productos agrarios que consumimos. La última demostración que avala lo anterior es la aprobación del acuerdo agrícola de la UE con Marruecos, en detrimento de la agricultura valenciana y sin ningún apoyo mostrado por el Ministro de Agricultura a las recientes protestas de los sindicatos agrarios. Y este acuerdo, además de hundir la agricultura, va a facilitar el incremento en nuestros mercados de frutas y verduras cultivadas con unas condiciones que no ofrecen suficiente garantía para nuestra salud. Condiciones de cultivo que van desde las laborales hasta la utilización de unas semillas y plantas de origen dudoso y unos tratamientos agroquímicos de alta toxicidad.
Es cierto, que la actual agricultura química desarrollada después de la segunda guerra mundial supuso un importante incremento en los rendimientos agrícolas, aunque, ello haya supuesto un grave y progresivo deterioro en el medio ambiente, de ahí, la actual tendencia hacia el ecocultivo. Con la publicación, en la década de los sesenta del siglo pasado, de “La primavera silenciosa” de Rachel L. Carson, ya se alertaba sobre las consecuencias de este tipo de agricultura en la que relacionaba una serie de productos químicos empleados en los cultivos agrícolas que eran  perjudiciales para la salud humana, algunos de ellos cancerígenos. Esto provocó una presión social para que en los países occidentales retiraran su uso de forma progresiva. A pesar de las descalificaciones de determinadas multinacionales productoras de dichas sustancias que, a falta de argumentos, llegaron a tachar a la autora de la citada investigación de comunista peligrosa. Esta presión forzó a las autoridades de los países más avanzados a tomar medidas restrictivas en el uso de aquellos pesticidas (DDT, hidrocarburos clorados, fosfatos orgánicos, etc.) incluso a prohibir el uso de algunos de ellos por las graves consecuencias para el agricultor en su aplicación y  la posible repercusión en la cadena alimentaria.
¿Pero, qué ocurre en la actualidad en los países terceros? Pues eso, que suelen seguir  utilizando todo tipo de productos fungicidas e insecticidas para la agricultura con la permisividad de sus autoridades y por ser más económicos y mucho más eficaces al ser más tóxicos. A esto, añadimos la posible utilización de semillas transgénicas procedentes de la industria de manipulación genética, también de consecuencias desconocidas (siguen sin explicarnos el origen de la epidemia provocada por la E. coli que, en una de las versiones, procedía de semillas contaminadas). Y, si tenemos en cuenta que en las importaciones de los productos hortícolas no se exige ningún control sanitario sobre los fitosanitarios utilizados en su cultivo ni su estado de contaminación, se deduce que estas frutas y verduras llegan a nuestra mesa con unas condiciones más que dudosas. No se conocen estudios sobre la repercusión de los citados alimentos cosechados con estos venenos sobre la salud del consumidor final, principalmente, porque no existe ningún interés en averiguarlo. Lo que sí constituye una evidencia es el incremento exponencial de los cánceres y otras dolencias de distinto tipo que estamos sufriendo en los que algo tiene que ver la alimentación. Al fin y al cabo, son las consecuencias del capitalismo neoliberal que nos aplica la Comisión Europea donde son prioritarios los intereses políticos y la codicia mercantilista, dejando la salud de las personas en un segundo plano.
De lo que si tenemos que ser conscientes, todos los ciudadanos, es que las soluciones deben surgir de nosotros mismos, de nuestra capacidad para tomar decisiones como consumidores. Y, la forma más adecuada para conseguir la óptima calidad de los productos agrícolas para nuestro consumo está en fomentar el comercio de proximidad. Comercio que nos permite conocer las aplicaciones fitosanitarias aplicadas para su cultivo que son las autorizadas para nuestros agricultores. Además, es el único medio de compra que nos puede garantizar, sin ningún tratamiento conservante, la frescura y madurez de un producto perecedero “del huerto a la mesa”.
Así, fomentando esta distribución de cercanía, además de asegurarnos la calidad sanitaria de las frutas y verduras, consumimos productos de nuestra tierra, generamos una riqueza de retorno positivo, creamos empleo en el sector agrícola y evitamos el abandono de nuestros campos.
                                                      Vicente Hernández Sancho


No hay comentarios:

Publicar un comentario