lunes, 6 de febrero de 2012

LA AGRICULTURA COMO YACIMIENTO DE EMPLEO

La riqueza producida por la citricultura, después de años de agonía, ha terminado. Con el actual escenario de globalización y el dominio absoluto de los grandes compradores es absurdo competir, vía precios, con los productos hortofrutícolas de producción masiva procedentes de terceros países. Sin querer entrar en explicaciones de costes por diferencias sociales, económicas y de medio ambiente, los valencianos debemos cambiar la orientación de nuestra agricultura si deseamos que esta sobreviva. Para ello, la lectura de “El uso apropiado de la tierra” de E. F. Schumacher, nos hace comprender lo vital que representa para un pueblo el cultivo de la tierra respetando las leyes de la naturaleza. Y, además, el catedrático de economía aplicada de la UV, Vicent Soler, nos ofrece una visión clara sobre la importancia de reforzar nuestra propia identidad como estimulo para el desarrollo económico en su “Model econòmic i productiu valencià” aplicable a la agricultura. Todo ello, nos lleva a ser conscientes de que el proyecto de solución está, en mi opinión, en aprovechar todo el potencial de nuestros campos, utilizar los conocimientos acumulados por los agricultores, apreciar el valor de nuestra tierra y de nuestro clima para ser productores de alimentos de la dieta mediterránea. Dieta declarada por la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
La estrategia a seguir sería aplicar una reconversión agrícola encaminada a la diversificación, ahora que la economía de los hombres del campo ha llegado a un nivel ruinoso. Se trataría de evitar el actual abandono de tierras, como se está haciendo, y sustituir el actual monocultivo, que ya ha agotado su ciclo como productor de riqueza, por otros que puedan ofrecer mayor renta. La historia nos demuestra que estos cambios de cultivo se han realizado en nuestros campos en diversas épocas con resultados positivos. El futuro está en incidir sobre la calidad, la especialidad, la marca y la distribución. Con esta premisa, nuestra agricultura se podría revitalizar y generar una importante cantidad de puestos de trabajo.
La base fundamental para la calidad es recuperar los conocimientos de la agricultura tradicional y aplicar alternativas ecológicas, que ya utilizaban nuestros antepasados, a los abonos, fertilizantes y plaguicidas químicos. Abonos y fertilizantes que solo aportan parte de los nutrientes que necesita el suelo para los cultivos y su contaminación es progresiva. Y plaguicidas que han demostrado falta de eficacia como lo demuestra el incremento de la toxicidad por las resistencias que adquieren los microorganismos después de los tratamientos. Pues, todo ello, ha generado una espiral de deterioro del medioambiente con las consecuencias conocidas: aguas subterráneas de muchos pozos inservibles para el agua de boca por el elevado nivel de nitratos; tierras envenenadas por la acumulación de herbicidas; y efectos de los plaguicidas sobre los frutos y cultivos de hoja que pueden entrar en la cadena alimentaria cuyas consecuencias sobre la salud humana son desconocidas. Si seguimos como hasta ahora, ¿qué nivel de contaminación tendrá nuestro ecosistema en la próxima generación?
Es primordial rescatar las semillas naturales que nuestros agricultores fueron mejorando de forma selectiva en cada cosecha para conseguir, además de independencia respecto a las híbridas, frutas y verduras con el sabor que les es propio, a diferencia de lo que nos ofrecen en el mercado actual. Además, debemos recobrar el conocimiento de las características de la tierra de cada zona junto con los distintos microclimas para obtener el mejor producto hortícola en cada lugar. Se trataría de especializarse y así conseguir una cosecha con unas características específicas que la diferencien. La designación de una marca o denominación de origen le aportaría un valor añadido. Cosecha que deberá recolectarse en su punto de maduración para garantizar su calidad y para fomentar el comercio de proximidad que abastezca a los hogares, comedores de hospitales, colegios y sector de restauración.
Actividad comercial realizada por medio de la venta directa para eliminar la cadena de distribución que es la responsable de la ruina de los agricultores. Existe margen suficiente para la viabilidad de las pequeñas empresas que se dediquen al cultivo de los distintos productos hortícolas que demande su entorno y vendan directamente al consumidor. Además, no debemos olvidar las nuevas posibilidades que nos ofrece internet para ofertar nuestros cultivos a los consumidores más cercanos y al resto de España a través de una tienda virtual. Para la exportación se destinarían los productos especiales o con denominación de origen y también aquellos que transformados en el sector secundario incrementaran su valor añadido para ser competitivos en los mercados internacionales.
Es cierto, que para conseguir todos estos objetivos habrá que vencer muchos intereses y saber transmitir al consumidor los valores, tanto de salud alimenticia como medioambientales, de una agricultura natural y ecológica. También, resultará imprescindible que los jóvenes emprendedores tomen conciencia de las posibilidades económicas que existen en el sector agrícola y asimilen el saber de nuestros padres en la actividad del campo: suelo más apropiado para un determinado cultivo; realización de las distintas labores para cada cosecha; microclimas dentro de los términos municipales; mejor época para la siembra o plantación; etc. Para ello, deben ser conscientes que es urgente conseguir estos conocimientos por medio de contactos personales, o bien, a través de charlas y reuniones. Pues, la generación que los posee y puede transmitirlos ya está en la última etapa de su vida y su saber hacer constituye un patrimonio económico y cultural que puede desaparecer para siempre si no se toma la iniciativa para recuperarlo.

Vicente Hernández Sancho

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