lunes, 14 de septiembre de 2020

 

                           CONSECUENCIAS DE LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS

                                                      LAS CARTAS PUEBLA

        El siglo XVII fue un período de extrema inestabilidad debido a las frecuentes convulsiones en el campo valenciano. La mayoría de ellas originadas por la expulsión de los moriscos, con la posterior ocupación de las alquerías abandonadas por emigrantes cristianos. Esta circunstancia creó un campesinado de señorío con unas condiciones muy diferentes a las que tenían los labradores de realengo, que provocaron con el tiempo unas dramáticas consecuencias.

        Estos labradores cristianos, que emigraron de Cataluña, Aragón y de otros lugares para sustituir a los expulsados de las tierras y alquerías, propiedad de los nobles y señores, fueron en realidad los fundadores de las comunidades cristianas que hoy son una mayoría de nuestros pueblos. Por unos privilegios concedidos por el rey Felipe III a los propietarios de las tierras, que habían sido los mayor perjudicados por la expulsión, aplicaron a los nuevos pobladores, mediante las Cartas Puebla, unas condiciones abusivas que los condenaba a una vida social y económica de miseria. Este contexto de precariedad de las familias lo agravaba la presión de la jerarquía eclesiástica interesada en fomentar el sentimiento religioso mediante la construcción de las nuevas iglesias con la aportación económica de  estos campesinos. Todo ello, bajo la mirada vigilante de la Inquisición, que limitaba socialmente a los posibles descendientes de los moriscos y de los judíos conversos.      

        El proceso para repoblar caseríos generó un período difícil en el plano económico y social. Además del rechazo a los nuevos pobladores por algún grupo social; hubo reiterados choques con los propietarios de las tierras y la autoridad foral, que se fueron agravando hasta culminar en la rebelión de los labradores en la conocida como Segunda Germanía. Acontecimientos que tuvieron lugar en la Governació de Xàtiva, también denominada como dellà lo riu Xúquer.  La versión que dieron las autoridades de la época tratando de minimizar la revuelta son poco creíbles. Pues, si tenemos en cuenta la crueldad de las represalias que se aplicaron, los hechos acaecidos serían mucho más importantes y de mayor amenaza para el poder establecido de lo que relatan los libros de historia, que en mi opinión, no dejan de ser una repetición de la versión oficial.

        Después de la negativa de los labradores de Carlet: Felipe Lino y Ximenez de Urrea, a la partición de la cosecha con el conde de Carlet y el envío de un escuadrón para restablecer el orden, el levantamiento tuvo su inicio, semanas después, en Villalonga por el encarcelamiento de los campesinos: Pedro Giner, Pedro Ros, Pedro Juan Rovira y José Sanchis  por negarse también a las particiones de la cosechas con el Duc de Gandía por considerarlas injustas. El principal ideólogo de la revuelta fue Francesc García de Rafol de Almunia, que junto a Josep Navarro, general de l'exèrcit dels Agermanats, fueron capaces de movilizar al campesinado como último recurso para cambiar unas condiciones abusivas. La gran importancia de esta revuelta radica en su origen; formada por labradores desperdigados en alquerías y caseríos, en un ambiente de presión intimidatoria por parte de las autoridades, y un temor religioso por la amenaza del Arzobispo de Valencia con la pena de excomunión para aquellos que se negaran a las particiones con la senyoría, y predicando desde los púlpitos la resignación ante las desgracias y el hambre. Todo ello, no impidió que las quejas crecieran con el tiempo y fueran tomando una mayor virulencia hasta provocar la aparición de líderes campesinos, que lucharon contra estas injusticias para llegar a su punto máximo en la rebelión antiseñorial, conocida como la Segunda Germanía. La revuelta más importante de origen rural de la época foral (la Primera Germanía tuvo un origen urbano) con el importante episodio de Setla el 15 de julio de 1693, que posteriormente continuó durante la Guerra de Sucesión.

         Vicent Hernández Sancho

        De la novela histórica EL SURDO (maulet) que se publicará próximamente.

 

domingo, 29 de diciembre de 2019

MANUEL: bellotes. L' ÈNOVA: bolos


                                        
        Para repoblar la alquería de Manuel, después de la expulsión de los moriscos, el día 1 de febrero de 1610 se entregaron a cuarenta y tres familias de emigrantes: una casa, 36 hanegadas de moreras  y una parcela de olivar. Esto, después de que los nuevos pobladores presentaran el vasallaje a don Luis Castellar de Vilanova, señor de la alquería, ante el notario Onofre Blas y en presencia del párroco Pere Pons.   Debido a los distintos orígenes y diversidad de los recién llegados, sería significativa la diferencia en cuanto a hábitos, comportamiento y forma de alimentarse en comparación con los habitantes de la zona.  Lo más probable, es que muchos de ellos tuvieran como costumbre, para superar el hambre en determinas épocas del año, comer las bellotas dulces de las carrascas existentes en el campo y montes, bien crudas o cocidas para eliminar su amargor y astringencia.
        En cambio, el caserío de l'Ènova, situado a poco más de un kilómetro de distancia, lo habían ocupado los cristianos mucho antes, en el año 1248. Así, con la diferencia de más de trescientos sesenta años, estos hombres habrían evolucionado hacia un estilo de vida muy diferente, en todos los aspectos.  Por ello, les resultaría extraño que los nuevos pobladores comieran unos frutos que ellos utilizaban como alimento para sus animales. Y, además de la posible xenofobia que sentirían hacia este grupo heterogéneo de emigrantes, el rechazo se incrementaría por las frecuentes disputas ocasionadas por el riego con el agua de la acequia Comuna. Así, la tesis más probable, si tenemos en cuenta lo habitual de la época, sería que denominaron con el despectivo mote de BELLOTES, a los campesinos de la alquería de Manuel, que utilizaban este fruto como alimento.
         La respuesta de estos, no tardaría mucho en llegar. Pues, desde la perspectiva de personas que habrían llevado una vida dura, que les habría dotado de la viveza necesaria para ganarse la vida de cualquier forma, percibirían en los habitantes de l'Ènova un comportamiento de cierta pasividad, propio del que tiene resueltas sus necesidades más básicas. Por ello, les verían incapaces de ganarse la vida con el esfuerzo y sacrificio al que ellos estaban acostumbrados. Así, el vocablo BOLO, como los denominaban, era utilizado como insulto, e indicaba la pésima opinión que tenían los recién llegados sobre los vecinos de l'Ènova, que debido al tiempo transcurrido desde la conquista de don Jaime I, habrían conseguido un cierto nivel de bienestar.

Vicent Hernández Sancho

miércoles, 8 de noviembre de 2017

 EL ORIGEN DE LA ALQUERIA DE MANUEL


      La alquería primitiva de Manuel estaba formada por una mezquita que presidia una gran plaza en forma de trapecio (escaleno). La base mayor de ésta plaza, que aún conserva su diseño, es una línea que se prolonga a ambos lados de la qibla (el muro de la mezquita orientado a la Meca), y la base menor, el trazo que cierra la alquería en el extremo opuesto. La antigua sala de oración (haram) de la mezquita también la constituye un trapecio, en este caso isósceles (un triángulo truncado como se denominaba en la antigüedad) en el que su base menor era la citada qibla y la base mayor de 5,30 metros completa el espacio en su parte opuesta. Todo ello, constituye una trama urbana que, a vista de pájaro, se presenta por dos figuras geométricas, adosadas y orientados al sudeste. Lo cual, constituye un conjunto urbanístico que llama la atención por su singularidad.
     
      El trapecio que forma la plaza, como hemos comentado, es diferente al que constituye la sala de oración, y esto podría ser debido a varias causas. Una de ellas podría ser debida a la orografía que determinara el trazado, aunque la más probable sería el aprovechamiento de las casas existentes en uno de sus lados antes de la creación del edificio religioso. Pues, posiblemente, la decisión de los almorávides de crear la mezquita rural en este lugar estaría determinada por la existencia de la acequia Comuna para así utilizar el agua en el ritual de las abluciones.
     
      Debido a su especial ubicación y orientación en el espacio, estas dos figuras provocan un cierto misterio en el conjunto de la trama urbana actual. Por ello, para desentrañar el enigma de este peculiar trazado, nos trasladamos en el tiempo para tener en cuenta los criterios que aplicaban los maestros constructores de la antigüedad para el diseño de planta y volumen de los edificios importantes y, de esta manera, comprobar la posible relación del conjunto: mezquita y plaza. Tales criterios eran los secretos de una élite de arquitectos, cuyos conocimientos se transmitían de generación en generación, y eran el gremio responsable de la construcción de determinadas obras, sobre todo religiosas.
      
      Para conseguir tal objetivo, era necesario averiguar el módulo o unidad de medida que se podría haber utilizado para diseñar el trazado de la trama, así como, el factor multiplicador que se tomó para crear la construcción total. Después de ciertos cálculos, se encontró el módulo en la unidad de longitud de la qibla (4,10 metros) que es el espacio de la mezquita más venerado por los creyentes musulmanes, y el coeficiente 7,5 como factor de escala. A partir de estos datos, se obtiene la dimensión de las bases de los trapecios que forman la sala de oración y la plaza. Para obtener la altura de los dos trapecios, se utiliza el módulo multiplicado por el mismo factor partido por dos.
      
      Con los datos obtenidos descubrimos los criterios que aplicaría el maestro constructor para el diseño de las dos formas geométricas. Y, al mismo tiempo, podemos dar por resuelto el posible misterio que representaban unas figuras que nos podrían resultar un tanto extrañas e incomprensibles en el casco antiguo de la población. Pues, los trapecios que se trazaron fueron con un módulo determinado y un factor común para conseguir una cierta proporcionalidad. Además, las bases de las dos figuras geométricas que forman la trama urbana son paralelas a la qibla y, por lo tanto, están en dirección a la Meca. Por esta circunstancia y debido al pequeño tamaño de la sala de oración, la plaza se utilizaría para los rezos de los fieles en el exterior en determinadas ocasiones.
      
      Con todo lo expuesto anteriormente, se demuestra el origen de la población de Manuel por el diseño de la primitiva alquería, que debido al intenso fervor religioso de la época almorávide se crearía como un recinto religioso. Y el trazado urbano, que aún lo podemos contemplar, podría ser uno de los pocos que se conservan donde el maestro de obras aplicaría para su creación las pautas que se utilizaban en las construcciones antiguas.


Vicent Hernández Sancho

miércoles, 20 de abril de 2016

310 ANIVERSARIO DEL INCENDIO DE MANUEL EN LA GUERRA DE SUCESIÓN


 MANUEL RECUERDA SU INCENDIO EN LA GUERRA DE SUCESIÓN

El día 17 de abril del año 1706 era sábado. Habían transcurrido dos semanas desde que la Pascua despertó los amoríos de algunos jóvenes en el paraje de las Salinas. El lunes, el cura, don Gaspar Sastre, presidió la procesión de san Vicente por las calles de la alquería de Manuel. En esas fechas, el trigo ya estaba sembrado en los campos y en la zona de regadío de les foies los bancales ya estaban inundados para la plantación del del arroz. Las moreras lucían sus hojas desde marzo y las plataformas de cañizo de las andanas, situadas en la primera planta de las casas, ya estaban repletas de hojas. Desde varias semanas las mujeres y los niños se ocupaban de alimentar a los gusanos de seda.
Una mala noticia vino a alterar la tranquilidad de la alquería. Se acercaba un ejército borbónico de tres mil hombres al mando del conde de las Torres, Santiago Moscoso, que se dirigía a la conquista de Alzira. Desde varios días se conocían algunos desmanes realizados por esta tropa en varios caseríos y, por ello, el cura tocó la campana en toque de auxilio para alertar del peligro a todos los vecinos de las alquerías de la parroquia.

No se conoce ningún documento que explique los motivos por los que la alquería amurallada de Manuel, con 44 casas de campesinos y sin ningún valor militar, cerrara los portones y ofreciera una resistencia suicida a éste ejército. Las decisiones más audaces no responden a ninguna razón y siempre son difíciles de comprender. Se sabe que el día 4 de marzo de este año se rindieron los botiflers de la Font de la Figuera al ejército de miquelets y cerca de quinientos castellanos presos pasaron por Manuel hacia la prisión de Valencia.  También es conocido que desde el mes de marzo el coronel Josep Nebot estaba reclamando hombres y armas para asegurar la defensa de Alzira ante la amenaza de Moscoso. Aunque la petición de ayuda tenía bastantes dificultades para cumplirse, debido a que parte del ejército imperial había salido este mismo mes para refuerzo del sitio de Barcelona.
Durante los primeros días del mes de abril, en un ataque del ejército de Moscoso al raval de Xàtiva, se saqueó el convento de la Merced con la consiguiente masacre de la población. Esto provocó una salida de miquelets y maulets del castillo en auxilio  de los afectados. La desigualdad de fuerzas produjo una desbandada en los austracistas y, en la estampida, los soldados de Felipe de Anjou impidieron que los partidarios del archiduque se refugiaran en el interior de las murallas. Así, La tesis más probable es que muchos de estos combatientes malheridos se dispersaran y buscaran refugio y ayuda para la cura de sus heridas en las alquerías más próximas. Entonces, los posibles miquelets y campesinos (maulets) que había en la alquería de Manuel, como comenta el fraile borbónico Minyana en su libro Bello rustico valentino, serían los refugiados de la escaramuza en el raval de Xàtiva.
Al ver aproximarse al ejército botifler a Manuel, a nuestros antepasados se les presentaría un tremendo dilema: Entregar a los refugiados malheridos, abrir las puertas y mostrar pleitesía a los borbónicos o huir, o bien, encerrarse todos en el interior de la alquería y dejar pasar al ejército para salvar la vida a todos los auxiliados. La postura ideológica del Justicia, los Jurados y el cura sería determinante para la decisión desesperada que se tomó. Las mujeres, ancianos y niños se encerraron en el interior de  la iglesia, los hombres de la alquería, los miquelets disponibles y los campesinos que vinieron en su ayuda quedarían en actitud defensiva con las herramientas del campo como armas. Y cerraron los portones con la esperanza de que el  ejército borbónico pasara sin molestarles. Las consecuencias de la negativa a una propuesta  de rendición ante una tropa sanguinaria no pudieron ser más trágicas: la muerte de 30 vecinos, la de todos los miquelets y maulets refugiados, la muerte del cura por defender a las mujeres encerradas en la iglesia y el incendio de toda la alquería.
Este hecho tan luctuoso, del que ahora se cumplen 310 años, representa la página más dramática de la historia conocida de nuestra población. Y ello, como consecuencia de la defensa de unas convicciones en una etapa de la historia en la que muchos campesinos maulets, herederos del ideal de la Segona Germanía, estaban comprometidos en la lucha a favor del archiduque Carlos.

La memoria histórica no puede abarcar únicamente los acontecimientos recientes y debería rescatar, de cualquier bando, todos los hechos admirables por su valor y sacrificio. En mi opinión, éste episodio heroico de nuestros antepasados no se ha valorado con la consideración que se merece. Por ello, después de tantos años transcurridos, ya es hora de que mostremos nuestra gratitud a todos los que murieron en defensa de unos ideales en los que creían y que todo ello se divulgue para conocimiento de las futuras generaciones.

Vicent Hernández Sancho

jueves, 3 de septiembre de 2015

LA ALQUERÍA DE MANUEL SE CREÓ DENTRO DE UNA "FOIA"


 
                                 LA ALQUERÍA DE MANUEL SE CREÓ DENTRO DE UNA FOIA

La alquería de Manuel estaba situada en el interior de una concavidad que tiene una superficie de unos veinte mil metros cuadrados aproximadamente. Si consideramos las cotas del plano topográfico, el área indicada forma una hondonada alargada, como una barca recostada sobre la arena, que en un lado tiene una altura de uno con ochenta y ocho metros con respecto a su parte más profunda y en el opuesto, cincuenta y seis centímetros. Aunque, en su origen tendría una mayor hondura, pues, a lo largo de los años se han realizado rellenos para reducir esa diferencia.
No se conocen las razones concretas que llevaron a los musulmanes a crear un núcleo de población en una depresión propicia a inundaciones, como es el caso de la ubicación de la citada alquería. Pero, en base al interés que tendrían en solucionar sus necesidades esenciales y a los conocimientos hidráulicos que habrían aprendido de los romanos y de las culturas orientales, la hipótesis más probable es que los islamistas que tomaron tal decisión poseerían una buena cultura del agua y conocerían su dominio. Por este motivo, elegirían este lugar para aprovechar la orografía del terreno y así utilizarla en su beneficio. No se podría entender de otra forma.
La hondonada está situada de tal forma que recibía, de forma natural, el agua de la lluvia de gran parte de la ladera oeste del monte Valiente. Esta se deslizaba a través de una estrecha extensión llana que bordea la montaña con una pendiente que desemboca en la citada concavidad.  En su parte noreste, la extensión de monte es de longitud menor, pero también representaría una aportación de agua importante. De esta forma, la suma de ambas garantizaba una enorme cantidad de agua que se dirigía hacia la foia. 
El clima de nuestra zona en torno al siglo X sería muy similar al actual, templado con lluvias durante el otoño e invierno, una primavera variable y veranos secos. Las nevadas serían muy excepcionales, aunque estas sí fueron frecuentes en Manuel en la edad de hielo, durante el período que  trascurre desde mitad del siglo XIV hasta mediados del XIX. Por ello, el aporte de agua a lo largo del año en la época anterior comentada sería muy irregular y escasearía en el estío. Así, era muy común en la cultura musulmana aprovechar los recursos que proporcionaba la naturaleza para llenar los aljibes y las albercas para el riego.
El relieve del terreno descrito aseguraba un abastecimiento que les evitaría el transporte de agua desde el río Albaida para uso doméstico y facilitaba una reserva para el riego de hortalizas y frutas. Sabrían evitar el riesgo de inundación para sus viviendas porque las primeras casas y la mezquita se construyeron en la parte alta del noroeste de la depresión y en la franja noreste, la zona de menor altura, habría unos desahogos para evacuación por lluvias intensas, como posteriormente se comprobó.
Todos los datos históricos nos indican que, en la época del primer asentamiento musulmán, en el entorno de la foia habría un paisaje rural dominado por la trilogía de cultivos de secano: olivos, vid y cereales, con una mayor parte de terreno no cultivado dedicado al pastoreo y, como consecuencia, una alimentación humana de origen agrícola muy limitada. En general, éste sería el panorama rural después de la presencia romana y la posterior visigoda.
Es conocido el interés de los musulmanes en la introducción de variedades de hortalizas y frutas que contribuyeron a diversificar la alimentación. Los diversos tratados sobre agricultura escritos y la movilidad de los creyentes islámicos, que tenían la obligación coránica de visitar los lugares sagrados, facilitarían la llegada a nuestros campos de hortalizas exóticas como la berenjena, la  alcachofa, el arroz, la caña de azúcar y frutas como la granada, la naranja, la sandia, etc. Plantas procedentes de climas tropicales y subtropicales que era su medio natural y para adaptarse a nuestro ambiente mediterráneo necesitaban la irrigación. Este hecho de incrementar la diversificación, que en la época musulmana revolucionó la agricultura, sigue siendo una solución válida para el actual declive agrícola valenciano.
El agua que se pudiera acumular en la alberca se destinaría a crear una zona de riego. Se parcelaría  la tierra de secano contigua a la alquería con bancales irregulares adaptándose a lo accidental del terreno para el riego a manta. Para ello, se aprovecharía la pendiente que existe en dirección hacia Sant Joanet, que tiene una inclinación  media superior al 10%.
En el “Croquis del pueblo de Manuel y su término” de la Diputación de Valencia del año 1866, se pueden observar unos campos de tamaño pequeño y de trazado irregular, contiguos a la alquería y hoy desaparecidos por el urbanismo. Parte de ellos podrían haber constituido la primera zona de regadío de la alquería. Estos, se diferencian de los de mayor tamaño con trazo de figuras rectangulares que serían de creación posterior al Repartiment. Esta primera experiencia de agricultura de regadío, de los primeros pobladores de Manuel, podría haber sido el estímulo para construir posteriormente la acequia Comuna, por medio de un azud en el río Albaida como objetivo para ampliar el riego de tierras.
La alquería fue creciendo en el interior de la hondonada, por medio de un diseño de la trama urbana que controlaba las avenidas. Pues, en el crecimiento del caserío se dejó un callejón en el lado menos profundo de la concavidad al que se accedía desde el carrer Nou y que sería la salida natural del agua para casos de emergencia. A finales del siglo XIX, aún existía la calleja como lo prueba el documento de la Diputación de Valencia. A principios del siglo XX, cuando se abrió el acceso a la calle Ángel se aprovecharía para hacer desaparecer el citado callejón, posiblemente por venta de este espacio público para incorporarlo a alguna casa vecina. De esta forma, se cerró la foia por su salida natural y la línea de casas del carrer Nou se constituyó en la barrera que creaba una depresión de casi dos metros de altura. Como solución se construyó un desagüe, que aún existe, por debajo de la calle Ángel, que desemboca en el canal que proporcionaba agua desde la acequia Comuna al molino que había en esta misma calle (la sequia del molí).
Solo pasaron poco más de veinte años para demostrar el error cometido. La intensa precipitación que se produjo el día 30 de octubre de 1923 provocó que al gran aluvión se sumara el desbordamiento de la acequia Comuna a su paso por la población, por estar descubierta. Como consecuencia, la  pendiente condujo las aguas al lugar donde habían ido durante siglos: la foia donde se ubicó la alquería de Manuel. El desagüe construido a través de la acequia del molí se demostró insuficiente y se produjo la inundación de la concavidad, que en su día se habría elegido como lugar para el aprovechamiento del agua.
Una vez más, determinados intereses habían estado por encima del interés general de la comunidad y estas fueron las repercusiones: la inundación de la iglesia y de todas las casas situadas en el casco antiguo de la población, con las consecuentes pérdidas materiales. Hace unos años, aún se conservaba un  azulejo en el interior de la parroquia que marcaba el nivel que alcanzó la riada. Por la citada indicación, podemos saber que el agua alcanzó una altura superior a uno ochenta metros.
A pesar del tiempo transcurrido, a fecha de hoy, aún no se ha logrado una solución definitiva que evite las periódicas inundaciones que afectan a la zona más baja de Manuel, aunque de menor importancia que la referida. Sin embargo, con una tromba similar a la que se produjo en el año 1923 se mantiene la incertidumbre sobre la gravedad de la tragedia que podría ocurrir en el citado casco histórico.

                                                                  Vicent Hernández Sancho

domingo, 26 de abril de 2015

MANUEL. LA HUELLA DE NUESTROS ANTEPASADOS


 

              MANUEL. LA HUELLA DE NUESTROS ANTEPASADOS

La primitiva alquería de Manuel estaba constituida por una explanada, que abarcaba la plaza san Gil  y la parte contigua de la calle Maestro Garrigues, antes plaça de la iglesia    y carrer Nou, respectivamente. Todo ello formaría un recinto cerrado con una gran plaza, que tenía al fondo y en la parte central la mezquita. En la parte sudoeste del mismo lateral de la alquería, se ubicaba el cementeri de moros, que después de la expulsión quedó abandonado y plantado de moreras, tal y como se indica en los textos del archivo parroquial de Manuel: “…un campo secano plantado de moreras,  lugar a favor de dicha Iglesia en pago de 100 L. que le debía, por derecho de sepultura.” (Expediente propiedades de la iglesia años 1739-1818). A la derecha de la mezquita, estaba la salida de la alquería a su huerta por el camì de l´horta, hacia lo que hoy conocemos como partida de les foies.  Y, en su parte opuesta, había otra salida para acceder al camino de Al-Getzira y medina Satiba, también conocido como la Vía Augusta.
Esta constitución seguía la costumbre musulmana de dotar de un gran espacio al lugar del edificio religioso. Sitio donde los viernes, “día de la Reunión”, después de la oración del mediodía en la mezquita, se reunían los hombres para hablar de trabajos, operaciones de compra, venta, tratos sobre censales y acuerdos de boda.
Las casas, que actualmente se encuentran a la derecha de la actual plaza san Gil y que estarían en el centro de la plaza, serían de construcción posterior cuando las necesidades de espacio forzaron a su ocupación para alojar a nuevas familias. Estas se construirían dentro del período musulmán o morisco, como lo prueba la distribución interior de las viviendas que tienen una luz entre muros de carga de seis codos califales. Este tipo de arquitectura aún se conserva en aquellos edificios cuyas reformas posteriores no han afectado a su estructura básica.

Un dato muy importante que  confirmaría la tesis inicial sobre la constitución originaria de la alquería, es la existencia de una acequia de suministro de agua corriente en la parte trasera de las casas, que aún se conserva en algún tramo. Esta conducción  recorría el perímetro exterior que constituía el primitivo caserío para el suministro de agua a todas las viviendas. De esta forma, se aseguraba a todas las familias de la alquería el agua para boca, higiene y limpieza. Esto representaba un avance muy importante con respecto a los demás caseríos de la época. Para el abastecimiento de las casas centrales de la alquería se construyó una acequia subterránea que discurría por los corrales y el agua se obtenía por medio  de un pequeño pozo que accedía al conducto del subsuelo. Esta acequia aún existe en algunos intervalos y en los años sesenta del pasado siglo se utilizaba como desagüe para las aguas fecales. No existe constancia de que existiera algún tipo de conducción para suministrar  agua a las casas que se construyeron posteriormente, cuando se realizó la ampliación de la alquería fuera del recinto mencionado.
En cuanto a las costumbres de los musulmanes que habitaban las alquerías, se sabe que solían comer recostados sobre el suelo y eran aficionados a los toros y a cantar albaes, comportamientos que el dominico de Algemesí, Jaume Bleda, los presentaba con aspecto peyorativo en sus radicales escritos sobre los moriscos. Con respecto a la comida, se alimentaban principalmente de verduras, frutas, dátiles, higos, pasas secas y disponían de una gran cantidad de recetas de pastelería. Algunos hábitos de su alimentación y tipos de dulces, que ellos elaboraban, han llegado hasta nuestros días, como la almoixávena, el panquemado, l´arrop, el panfigol, y otros muchos que tienen como base la miel y la almendra. Aunque algunos de estos pasteles y confituras, es de lamentar que casi hayan desaparecido en la actualidad.

No se conocen datos sobre el origen de la antigua alquería del actual Manuel y también se desconoce su nombre. Lo más probable es que el topónimo con el que se la denominaba correspondía a la familia musulmana que explotaba sus tierras. Terrenos conseguidos, bien por la iqtá, que suponía la donación de tierras a una familia por servicios militares prestados al estado musulmán, o a través de la qatiá, que eran entregas de tierras en usufructo perpetuo a condición de pagar el 2,5% de los ingresos anuales. Formas de cesión de extensiones rústicas yermas para su cultivo, posiblemente inspiradas en la enfiteusis del Derecho Romano. En el Llibre del Repartiment  no aparece la alquería de Manuel, quizá por tener un nombre y ubicación confusa que no ha sido posible determinar.

Es muy probable que la riqueza de agua de la alquería de Manuel favoreciera su mayor crecimiento, con respecto a las de su entorno. Así, en el año 1510, cuando ya se habría producido la ampliación fuera de su primitivo recinto, el censo de habitantes de la zona de influencia de la mezquita era: Manuel 44 casas, Faldeta 11,Torreta 11 y L´Abad 12. Teniendo en cuenta la media de personas por casa en la citada época, nos daría una cifra que supera los cuatrocientos habitantes. Además de estas viviendas moriscas, había cuatro familias cristianas que ejercían los oficios de herrero y hostelero.

Repercusiones de la guerra de Germanías

En el mes de julio del año 1521, durante la guerra de Germanìas, el ejército de agermanats incendió las cosechas y las casas de la alquería y obligaron al bautismo a todos los musulmanes que vivían en ella. Las consecuencias fueron que de las cuarenta y ocho familias que había en el año 1521 en la alquería de Manuel pasaron a treinta en el censo de 1527, todas las demás huyeron, posiblemente, al norte de África. La validez de este sacramento administrado a la fuerza fue puesta en duda por alguna autoridad eclesiástica. A pesar de ello, en la cédula real firmada el 4 de abril de 1525, se dio por válido este bautismo y los musulmanes pasaron a ser cristianos nuevos. A partir de entonces en el acervo popular se les conocía como moriscos y con esta denominación han pasado a la historia.
El incendio provocado por los agermanats quemaría el techo de vigas de madera y demás elementos de la mezquita sin dañar los muros ni la curva de ladrillo. Así, en el año 1529, sobre la estructura de la mezquita incendiada, se inició la construcción de la primera iglesia de Manuel y en el año 1541 aparece como nueva parroquia separada de la de l´Énova. Se construyó un campanario de espadaña y se cambió la entrada para el nuevo recinto cristiano, ubicando ésta en la parte central de la fachada. Se tapió el antiguo acceso y la arcada quedó enclaustrada en un muro lateral. Cinco siglos después, en el año 2011, se descubría el arco al observar una grieta que dibujaba la curvatura oculta. Esto sería la prueba de que el citado semicírculo de adobe pertenecía a la construcción original del edificio.

La actividad eclesiástica de esta primera iglesia estaría muy limitada debido a la resistencia de los cristianos nuevos para aceptar la nueva creencia religiosa. Y, por otra parte, la complicación que suponía el hecho de que los moriscos seguían utilizando su lengua árabe, que los cristianos denominaban algarabía. Esto les impedía entender a los predicadores cristianos, que venían a decir misa y a tratar de conseguir su formación católica, pues estos solo les hablaban en valenciano o castellano. Así se denuncia en la carta que los síndicos envían al rey en el año 1595: “… Y aún con todo esto aun en estos lugares políticos como es Valencia, Xàtiva, Segorbe, Alzira y otras partes adonde ay comercio de cristianos viejos… no dexa de aver algunos descuidos y negligencias en los Rectores pareciéndoles que con decirlas Missa de ocho a ocho días han cumplido con la obligación de sus oficios; quanto más en las Baronías y Valles de dicho Reyno adonde no solo no les dicen misa pero aun muchas gentes, hombres y mugeres, no entienden la lengua valenciana ni castellana por el poco comercio y trato que tienen fuera de sus Baronías y en ellas no aver solo el Rector los días de fiesta…” Por ello, la acción de los catequistas que la iglesia enviaba para conseguir la formación religiosa cristiana de los moriscos de la alquería resultaría casi nula.

 Origen de la mezquita

En la época de dominación de los almorávides, desde finales del siglo XI hasta la mitad del XII, estos fomentaron la creación de mezquitas rurales para dar un mayor impulso religioso a la sociedad musulmana andalusí. Hasta entonces solo existían estos edificios para los creyentes en los grandes núcleos de población y, por ello, existe la posibilidad de que se creara la mezquita de la alquería de Manuel en este período. Esta tiene su fachada principal orientada al sudeste, en dirección a la Meca. Esta orientación era común en todas las mezquitas y el referente para la disposición de los cuerpos de los creyentes en los entierros. Estaría libre de construcciones a su alrededor, pues, para los islamistas de la época, la mezquita, como lugar sagrado, no podía tener a su lado ningún edificio adosado. Al lado del acceso al recinto, aún existe una acequia que se utilizaría para las abluciones de los creyentes del islam. El acceso al interior sería por la parte izquierda del edificio y la entrada a la sala de oración (haram) estaría coronada por  un arco de medio punto, de ladrillo macizo. En su muro interior estaría el mihrab, que indicaba la dirección hacia donde debían orar los fieles. La distribución de los espacios en el interior aún conserva la dimensión entre muros de carga propia de la etapa musulmana. Posiblemente, ésta fuera la única mezquita rural de las alquerías de la zona, o quizá, la más importante, pues no consta ningún edificio que hiciera la misma función en los caseríos de alrededor. Posteriormente, en época cristiana, por iniciativa del rector don Vicente Climent, se terminó la construcción de la casa adosada a la antigua mezquita, que se inauguró en el año 1684. Este hecho se recuerda por una placa que se colocó, y aún existe, en la fachada con la inscripción: Año de 1684, Mosen Vicente Climent. La primera y la última letra del alfabeto griego que simboliza “CRISTO PRINCIPIO Y FIN” y a continuación el símbolo de “MARÍA”

lunes, 28 de julio de 2014

UNAS RUINAS DEL SIGLO XIII ESCONDIAN LA IMAGEN DE LA PATRONA DE MANUEL


UNAS RUINAS DEL SIGLO XIII ESCONDIAN LA IMAGEN DE LA PATRONA DE MANUEL
Muhámmad Ibn Sad Ibn Mardanis, conocido por los cristianos como el rey “lupu”, de origen muladí, nacido en Peñíscola en el año 1124 y murió en 1172 en Murcia.  Hijo de madre cristiana, según algunos historiadores, poco conocido en la historiografía cristiana y muy importante para la historia futura del Shark al-andalus (al-andalus oriental).  En el año 1146 sucedió a su tío Ibn Iyad en el gobierno de Valencia y extendió su poder hasta Murcia donde fue nombrado rey de la taifa Murcia-Valencia que abarcaba desde la parte norte del actual Castellón que lindaba con el reino de Aragón y extendió, en su lucha contra los almorávides, hasta Almería y Jaén.
Empezó su reinado en el año 1149 y desde sus inicios se caracterizó por su tolerancia en el aspecto religioso, por poseer determinadas costumbres cristianas, vestía como los creyentes católicos, incorporó cristianos a su ejército, y desde sus inicios estableció una alianza con el emperador Alfonso VII de Castilla contra la intolerancia religiosa almorávide. En el norte se convirtió en paria del rey de Aragón, Ramón Berenguer IV, para asegurarse la frontera norte mientras concentraba todos sus esfuerzos en luchar primero contra los almorávides y posteriormente contra la “yihad” de los almohades.

La primera etapa del reinado de Mardanis se caracterizó por el auge de las obras públicas, tanto en el refuerzo de las defensas de los castillos como en la canalización de aguas para el regadío. Así, en esta segunda mitad del siglo XII, se podría situar la construcción del primer trazado de la acequia Comuna para canalizar el  agua del río Albaida a la “diya” de secano de “les foies” de Manuel, que representaría un incremento en la riqueza de la producción agrícola de hortalizas y frutales. Estas actuaciones vendrían a incrementar la cantidad de familias cristianas que, o bien, acompañando a los soldados, mercenarios del ejército del rey lobo, o incentivadas por la necesidad de mano de obra para la construcción y agricultura de regadío, llegaron a la Taifa de Mardanis. Pues, ésta ofrecía a los emigrados un mejor nivel de vida que los reinos cristianos y una tolerancia a las diversas creencias. Aunque, resultaba obligado la aceptación de determinadas normas que se seguían aplicando a los “dhimmis” (judíos y cristianos en el mundo musulmán), entre ellas, el aislamiento en la vivienda de los cristianos de las alquerías musulmanas.

En este contexto, para los campesinos cristianos que trabajarían en los cultivos de regadío de “les foies” al servicio del clan musulmán, se construirían unas casas apartadas de la primitiva alquería de Manuel (la actual plaza San Gil) y que estarían situadas en el lugar donde se encuentra la actual iglesia, que después se encontraron “abandonadas y derruidas” y convertidas  en una albacara a consecuencia de la invasión almohade. La tesis más probable es la de reuniones en ellas de cristianos, en un ambiente social de tolerancia, para algún rito de fe como rezos ante alguna imagen u otro objeto religioso. Hay que destacar la intensidad religiosa de la época en los creyentes para la transmisión del mensaje en la creencia de la fe cristiana y la salvación eterna. Sobre todo, la importancia que suponían las imágenes en una sociedad de tradición oral, principalmente, la de la virgen después del Concilio de Éfeso donde se la declara como Madre de Dios y el IV de Constantinopla (años 869-870) donde se confirma el culto y veneración a la iconografía católica. Posiblemente, estas pequeñas comunidades religiosas cristianas se establecieron en diversos puntos de la geografía en la segunda Taifa del Shark y estuvieran animadas por la libertad de movimiento que tendrían algunos sacerdotes venidos del norte, dentro del reino de Mardanis.
La ocupación por los almohades de la taifa de Murcia-Valencia, a la muerte del rey lobo, provocó una masiva emigración de la población neo-mozárabe hacia los reinos cristianos del norte. Debido al pánico creado por la circular enviada por el califa almohade Abd al-Mummin en el año 1161 para la aplicación forzosa del “tawhid”, con la obligación del rezo cinco veces al día bajo pena de muerte y esclavizar o expulsar a los no creyentes del islam.

En este contexto de terror, la tesis más probable es que el grupo de casas de Manuel, ocupadas por la minoría de neo-mozárabes, serían abandonadas en el periodo de 1172-80 a partir de la llegada del fanatismo de los seguidores del “tawhit”. Los cristianos huidos esconderían los pocos bienes que tuvieran ante la imposibilidad de llevarlos consigo por el peligro que ello suponía.  Los utensilios y elementos religiosos que pudieran haber utilizado en sus rituales cristianos los emparedarían en huecos y sellarían con tabiquería. Esto constituía una práctica común debido al peligro que suponía llevarlos consigo y la necesidad de mantener el anonimato, lo contrario, podía significar la sentencia a muerte en un contexto de radicalismo islámico. La huida por los caminos en grandes grupos no era garantía de seguridad contra los bandidos que podían actuar con total impunidad sobre la población indefensa. Además, el deseo de ocultación de los bienes entre los fugados, también, se apoyaba en la confianza que tenían en volver para recuperarlos en una época de cambios convulsos en cuanto a dominio de territorios.
Con la posterior conquista cristiana por don Jaime I, con ocupación de la zona castral de Xàtiva “Dellà Xuquer”, a partir de 1240, que en realidad fue una entrega pactada sin ofrecer resistencia dadas las pocas posibilidades que tenían los musulmanes ante el ejército cristiano. Esto, además de afectar al “repartiment”, determinaría los acuerdos de  respeto por la población de las alquerías islámicas, salvo el caso de l´Ènova y Castelló de la Ribera en las que desalojaron a los musulmanes para ocuparlas con cristianos.

La existencia de estas casas abandonadas en la alquería de Manuel lo confirma el hecho de que cuando se decide la construcción de la nueva iglesia, en 1664, no aparece ningún apunte de valoración del solar por compra, ni mención de una posible donación en el tomo “Titulo de la obra de la iglesia que se fabrica en el lugar de Manuel” del archivo parroquial, donde si consta con detalle todas las donaciones y gastos efectuados en su construcción. Así, se podría deducir que el espacio de las casas derruidas había permanecido como uso común sin dueño, a pesar del crecimiento en su entorno en el número de casas que se habían construido en la ampliación de la alquería. Este proceder estaría justificado por la población musulmana, que influenciada por el radicalismo del período almohade habría acentuado sus sentimientos religiosos y mantendría su rechazo a la ocupación de un espacio donde se habían practicado rituales cristianos. Y, como consecuencia, lo convirtieron en la albacara (establo para animales) de la alquería.
Todo ello explicaría el hecho de que pocos años después de la conquista de don Jaime I por los cristianos, buscando estos algún tipo de botín en el interior de las casas abandonadas, se encontrara, unos sesenta años después de su ocultación, determinados objetos religiosos como un cuadro de la virgen y posiblemente otros utensilios litúrgicos en el hueco de una pared, como relata el texto del tomo mencionado “Titulo de la obra de la iglesia” del archivo parroquial de Manuel. Hay que tener en cuenta, que en la conquista parte importante de los objetivos de los conquistadores era la obtención de botín, el cual, se conseguía con la venta de esclavos de la población que se resistía y el saqueo de posibles monedas y joyas, que solían proceder de la dote y del ahorro de la familia.

Como los elementos religiosos encontrados, según lo relatado en el antiguo texto, significaba un misterio que no tenía valor económico, lo comunicaron al cura de l´Ènova y según el citado libro se los llevaría a su iglesia:  “… salió a la luz por haverla hallado oculta dentro de una pared que al parecer años hacía estaba; y haviendola hallado tan oculta, juntaronse los mas afectos y devotos y comunicando el caso con el sacerdote que les venía a decir misa desde la Ènova, … determinaron de llevarla a la Iglesia…”.  Con el paso del tiempo, se desconoce el destino final de lo encontrado. Su único valor era el religioso y sentimental de una pequeña comunidad de creyentes cristianos que escondieron lo poco que tenían con la esperanza de poder recuperarlo al cabo del tiempo. Se desconoce, si algunos de los campesinos que regresaron después de la ocupación cristiana eran descendientes de los neo-mozárabes que anteriormente realizaron una emigración forzada por los almohades hacia los reinos cristianos del norte.

                                                              Vicente Hernández Sancho